jueves, 24 de febrero de 2011

La corrupción del periodismo clásico


     
            Durante un tiempo feliz ejercí como reportero internacional en la redacción de una joven Canal 9.
            De vez en cuando me enviaban a escenarios internacionales en los que la actualidad se había materializado. Utilizo a sabiendas el término filosófico, más bien teológico, porque la Actualidad es una entidad metafísica, un invento nebuloso del periodismo moderno.
            La mayor parte de mi trabajo lo realizaba en la redacción de Burjassot, en la sección de Internacional.
            Era una época de transición entre el Periodismo Clásico de Gran Medio (PCGM) y el de nuevo cuño, que es el que domina ahora.
            El PCGM se dedicaba a la información por secciones establecidas casi canónicamente (en periodismo no hay canon y es mejor que no lo haya): Internacional, Nacional, Local, Cultura, Sucesos y Deportes.
            Cuando digo gran medio me refiero a redacciones de ámbito nacional, que entonces (primeros años 90) eran La Vanguardia (la más veterana, la más clásica, la mejor, permítaseme el calificativo), El País, El Mundo, ABC, la SER, RNE, TVE, Antena 3 y Tele 5.
             La actualidad del extranjero era cubierta por corresponsales experimentados y avezados que normalmente residían fuera de España. En mis viajes tropecé con algunos de ellos, y doy fe de que conocían las circunstancias y las claves del área geográfica que les había tocado cubrir.  Los de La Vanguardia, ABC, RNE y TVE dominaban el Olimpo de los corresponsales, al que aspiraban ciertos periodistas de El País y de El Mundo. Los enviados de TVE destacaban por ser presuntuosos, y los de La Vanguardia, personas generosas y muy bien formadas e informadas. (Hablo de mi experiencia particular, y en términos generales.)
También en términos generales puede decirse que la información elaborada por esos corresponsales era veraz, rigurosa y comprensiva.
              Hoy las cosas han cambiado. En algunos casos, el corresponsal es un joven o una joven apuesta, en otros un aventurero o aventurera. (Hay excepciones.) Eso y su escaso dominio de la materia es lo que les distingue de aquellos del periodismo clásico.
              Estas características han incidido en la calidad de la información que se ofrece.
              Para explicarme, contaré mi experiencia personal.
             Como digo, yo (y algunos otros compañeros y compañeras de C 9) era enviado de vez en cuando a escenarios donde se representaba la actualidad. Mi bagaje documental era corto, porque en la redacción de C 9, como en la mayoría de los grandes medios no existía la especialización en zonas internacionales. (No digo que C 9 sea o haya sido un gran medio, sino que se autocolocaba en ese alto firmamento, como todas las televisiones autonómicas, de las cuales sólo TV3, otra vez los catalanes, cumplía los requisitos de gran medio en cuanto a la calidad de su trabajo.) Pero llenaba la maleta de fotocopias de los excelentes libros que había reunido el servicio de Documentación de la cadena.
              A pesar de todo, al llegar al escenario en cuestión, me encontraba más perdido que Carracuca. Por ejemplo, en Grecia. Yo me podía comunicar en inglés, leía textos en inglés y en francés y podía enterarme de las noticias emitidas por la BBC o por Radio France International. Pero los medios locales eran para mí jeroglíficos. (Hasta que descubrí un Athens Time.)
             De este modo, a veces me tenía que enterar de las noticias por teléfono, cuando un compañero de la redacción me leía un teletipo de última hora, o lo enviaba por fax. No he sido el único, pero no puedo hablar por los demás.
             Era protagonista, testigo y víctima de la nueva concepción del periodismo: lo importante es que nuestra audiencia sepa que estamos allí; lo otro, ya te apañarás, que para eso eres periodista. Un periodista no se hace de la nada. Y si intenta ser su propio demiurgo, es muy posible que produzca un Polifemo ciego.
             Lo que quiero decir es que un periodista, sea guapo o feo, joven o veterano, heroico o moderado, si carece de conocimientos precisos sobre el asunto del que ha de informar, no puede informar o lo hace con grandes carencias.
             Aunque esto hoy afecta a todas las áreas de información, gracias a esa entelequia del periodista todo terrero, en aquella época, se notaba una barbaridad en los enviados al extranjero, que, sin embargo, poníamos una enorme voluntad en hacerlo lo mejor posible.
           Esa pasión por estamos allí ha llegado a un paroxismo que ya ha hecho crisis. Afecta básicamente a los medios audiovisuales, pero también a los impresos. Las crónicas enviadas por los “enviados” a Egipto estaban llenas de emoción, pero contenían poca información. Me refiero a los medios españoles.
La crisis de la que hablo puede acabar con esa nueva forma del corresponsal apuesto y valiente pero sin idea del terreno en el que se mete. Por dos razones: cuestan muy caros y el artificio del estamos allí no convence.
Pero hay otra razón todavía más importante: los que de verdad viven allí, se han mostrado estupendos corresponsales.
            Las radios aprovechan los huecos que les permite la tecnología y la incompetencia censora de las tiranías que materializan la Actualidad, para colar conversaciones con españoles de toda condición y edad en los informativos, que han dado interesante e incluso importante información y han valorado los hechos con gran sentido.
            La televisión y los diarios impresos también lo han hecho, por ejemplo en el caso de Libia. Este recurso es tan barato (sale gratis, salvo el coste de la llamada) que puede acabar imponiéndose.
            O, acaso, sea el momento de regresar al PCGM.
            Esto es lo que dice el sentido común. Pero el sentido que domina en los medios no es el común. Así que me temo que no se producirá un regreso a la razón.
            Esta reflexión está hecha sobre observaciones reales en los medios, y está centrada en el área de la información internacional. Pero es válida en parecidos términos al resto de las áreas informativas.
Invito a los compañeros a plasmar sus propias reflexiones sobre la materia, sean veteranos o jóvenes, becarios o en paro, apuestos o más feos que el monstruo de Alien, temerarios o cobardones.
Perinquiets carece de prejuicios (o al menos, lo intenta).
Fernando Bellón

1 comentario:

  1. Dos reflexiones, Socio.
    Si el "estamos allí", carece de importancia argumental y lo que prima es el conocimiento sobre un tema, lo primordial entonces es la especialización como ya hemos suscrito en alguna conversación.

    El tema del/la periodista apuesto/a es más un estigma social, una obsesión por la imagen que se ve intrínsicamente unida al concepto de noticia televisiva.

    Olmedilla

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