sábado, 1 de diciembre de 2012

Nuevo canal de Youtube

Desde Perinquiets.com hemos lanzado una nueva línea de expansión de nuestra revista digital. Se trata del canal de vídeos de Youtube. Desde este soporte, teniendo en cuenta que estamos en fase de creación de la marca y que tenemos un arduo camino por delante, vamos a completar y a  hacer visible algunas de las noticias y reportajes que aparezcan en nuestra publicación web en formato audiovisual.

Hoy en día, Internet es el formato en el que la mayoría de consumidores acuden a la información. Youtube, además, y con mucha diferencia, es el canal que recibe un mayor número de internautas, por delante de las páginas web de los periódicos deportivos marca.com y as.com. Aquí tienen todos los datos del último EGM en la red: http://www.aimc.es/-Audiencia-de-Internet-en-el-EGM-.html

El primero de los vídeos que os dejamos es sobre la presentación, en la Librería Primado de Valencia, del libro "Utopía o Plutocracia", un intento de su autor, el teólogo y psiquiatra Joan Lao, por aportar una visión diferente sobre el futuro de nuestro planeta por parte de la sociedad y unos estándares de comportamiento individual que aportan confianza al ente social y al individuo para derribar los patrones culturales y ambientales que nos obstaculizan en nuestro camino hacia la libertad.


La noticia sobre el lanzamiento del libro: http://perinquiets.com/?p=953

Éste es el primero de los contenidos que hemos subido a nuestro canal y esperemos llenarlo para regocijo de los perinquiéticos, que cada vez somos más. Suscribiros a nuestro canal de Youtube:
https://www.youtube.com/channel/UCIcv0TfM5PS76_-tU6btDLQ

Nacho Olmedilla

jueves, 28 de julio de 2011

¿A Quién Servimos?

Publicamos un texto enviado por Joan Lao, en respuesta a nuestro solicitud de voces y comentarios sobre "El Caso Camps" y los Mass Media.

Siempre que percibimos, analizamos, procesamos y emitimos una valoración de los acontecimientos, lo hacemos desde nuestro punto de vista personal. Ser persona implica necesariamente moverse en un espacio-tiempo concreto, referencia desde la cual construimos una versión concreta de las cosas.Tal como yo lo veo, es este un punto de partida imprescindible para poder hablar de honradez. Y en la medida en que nos tomamos en serio esa horadez con nosotros mismos y con los demás, podemos encontrar el valor para rastrear nuestros propios intereses -siempre presentes-, que suelen estar en la raíz de nuestra perspectiva de las cosas, tanto seleccionando unos datos y despreciando otros, como valorando de forma diferente unos mismos datos. A fin de cuentas, la objetividad absoluta es un invento de los dogmáticos para autoperpetuarse.

En mi opinión, hay algunas preguntas pertinentes para orientarnos en el marasmo informativo:¿cuales son nuestros intereses?, y en función de estos, ¿a quien queremos servir?, y ¿qué relato nos inventamos para justificar y legitimar nuestro posicionamiento?   


•Si nos solidarizamos e identificamos con la inmensa mayoría de habitantes del planeta, nuestros intereses coincidirán en gran medida con los de esta mayoría, y nuestra intención será servirla de la mejor forma que sepamos. En ese caso, es difícil que nos equivoquemos mucho en nuestra forma de ver las cosas, y es muy probable que nuestras opiniones tengan un valor realmente transformador en la dirección de la flecha del tiempo -que conviene recordar que es irreversible y va hacia delante. Nuestra aportación será una gota más en la imparable marea planetaria de contrucción de un nuevo relato global liberador. No obstante, si hacemos pública nuestra perspectiva, los cuatro mangantes que  controlan de facto nuestros destinos y nuestra vida cotidiana, nos señalarán como amenaza e intentarán silenciarnos o desprestigiarnos. 

• Pero si nuestro interés es acercarnos a los amos del mundo, entonces nos afanaremos en aplaudirlos y seguirles el juego, ayudándolos en su pasión depredadora sobre esa mayoría de seres humanos a que hacía referencia en el punto anterior. Desde esa posición, nos afanaremos por servir a los poderosos de siempre, trabajando para conservar el status quo que perpetúa su dominación sobre la mayoria sumisa. Intentaremos, pues, colaborar en un relato engañoso de la realidad, segun el cual, las cosas están bien como están y no se pueden cambiar. Siguiendo este juego, podremos mantener la ilusión de ser importantes, honorables, poderosos o influyentes. Participando en las migajas del poder, nos convenceremos a nosotros mismos de que no es tan grave eso de vender nuestra dignidad por un plato de lentejas (trajes, privilegios, financiación irregular, etc.). En el fondo -argumentaremos-, el  mundo es de los fuertes («los más aptos» = los más competitivos), y los débiles (no competitivos = pacíficos soñadores) se merecen ser humillados y sojuzgados, pues es la ley de la jungla, y eso es algo natural e inevitable (interpretación de la evolución ya desmentida hasta la saciedad, pero todavía utilizada como creencia indiscutible, curiosamente). Ahora bien, si decidimos apuntarnos al equipo de los amos, no nos sorprendamos si el día menos pensado nos damos contra la pared, pues la flecha del tiempo no se puede detener. Si nuestro interés está con los amos del mundo, tenemos los días contados... aunque aparentemente sean muchos los dias que nos quedan... y aunque  podamos perpetrar barbaridades como la reciente masacre de Noruega, o el expolio de paises enteros y el robo de la soberanía popular.

No creo, pues, que tengamos que avergonzarnos por tener un punto de vista parcial y relativo. Lo que nos puede dar más vergüenza, es desde qué lado nos situamos y observamos, y a quien servimos. Aunque para sentir vergüenza, hay que tener una categoría humana de la que no todos los políticos pueden presumir. Tampoco todos los profesionales del la información tienen el mismo grado de honradez y compromiso. No propongo que el periodismo se convierta en una profesión de hambrientos y  parados, pero cuando yo era pequeño, era popular la expresión «pasar más hambre que un maestro de escuela», y no por eso los maestros eran deshonestos (aunque un poco franquistas si eran muchos, dicho sea de paso).


• Pero si nuestro interés es acercarnos a los amos del mundo, entonces nos afanaremos en aplaudirlos y seguirles el juego, ayudándolos en su pasión depredadora sobre esa mayoría de seres humanos a que hacía referencia en el punto anterior. Desde esa posición, nos afanaremos por servir a los poderosos de siempre, trabajando para conservar el status quo que perpetúa su dominación sobre la mayoria sumisa. Intentaremos, pues, colaborar en un relato engañoso de la realidad, segun el cual, las cosas están bien como están y no se pueden cambiar. Siguiendo este juego, podremos mantener la ilusión de ser importantes, honorables, poderosos o influyentes. Participando en las migajas del poder, nos convenceremos a nosotros mismos de que no es tan grave eso de vender nuestra dignidad por un plato de lentejas (trajes, privilegios, financiación irregular, etc.). En el fondo -argumentaremos-, el  mundo es de los fuertes («los más aptos» = los más competitivos), y los débiles (no competitivos = pacíficos soñadores) se merecen ser humillados y sojuzgados, pues es la ley de la jungla, y eso es algo natural e inevitable (interpretación de la evolución ya desmentida hasta la saciedad, pero todavía utilizada como creencia indiscutible, curiosamente). Ahora bien, si decidimos apuntarnos al equipo de los amos, no nos sorprendamos si el día menos pensado nos damos contra la pared, pues la flecha del tiempo no se puede detener. Si nuestro interés está con los amos del mundo, tenemos los días contados... aunque aparentemente sean muchos los dias que nos quedan... y aunque  podamos perpetrar barbaridades como la reciente masacre de Noruega, o el expolio de paises enteros y el robo de la soberanía popular.

No creo, pues, que tengamos que avergonzarnos por tener un punto de vista parcial y relativo. Lo que nos puede dar más vergüenza, es desde qué lado nos situamos y observamos, y a quien servimos. Aunque para sentir vergüenza, hay que tener una categoría humana de la que no todos los políticos pueden presumir. Tampoco todos los profesionales del la información tienen el mismo grado de honradez y compromiso. No propongo que el periodismo se convierta en una profesión de hambrientos y  parados, pero cuando yo era pequeño, era popular la expresión «pasar más hambre que un maestro de escuela», y no por eso los maestros eran deshonestos (aunque un poco franquistas si eran muchos, dicho sea de paso).



Un ejemplo paradigmático de los adictos al poder y sus secuelas, lo podemos encontrar en la persona que ha representado a nuestra querida Comunidad Valenciana durante demasiados años. Me refiero al «supuesto» muy honorable, y «evidente» delincuente -famoso en el mundo mundial-, de cuyo nombre prefiero no acordarme. Y revoloteando a su alrededor, también me refiero a todo el enjambre de periodistas encargados de construir el relato justificador de sus actividades. Veamos la aplicación del modelo de análisis propuesto:

•Su interés ha sido siempre usar el poder político para acercarse al poder económico, enorgulleciéndose de amistades como las de «su amigo del alma», o el «dueño de la fórmula uno».
• A quien ha servido todos estos años, tambien ha quedado claro: mafiosos económicos, constructores y especuladores de todo tipo, cajas de oscura gestión y dudosa transparencia, fantasmadas internacionales como la Copa América, etc. (No olvidemos que, en este pais tan «diferente», para que un político sea alcanzado por la justicia, ya la ha tenido que hacer gorda).
• El resultado de su maravillosa gestión lo padecemos todos: nuestra ciudadanía se cuenta entre las más desprotegidas del país, al tiempo que nuestro paro también es puntero -sobre todo el juvenil-; mientras sobresale nuesta profunda crisis productiva y financiera, competimos por encabezar la carrera de las privatizaciones en sectores tan sensibles como la educación y la sanidad (se supone que para mejorar su gestión y rentabilidad, aunque no se especifica en beneficio de quien, ni por qué un servicio público ha de ser rentable). Eso sin hablar de un endeudamiento público que da miedo hasta mirar de reojo.
• Su relato ha sido doblemente engañoso, pues al tiempo que era portaestandarste de los valores catolicos, apostolicos y romanos, se autoproclamaba como la encarnación de la comunidad (en un esperpéntico mimo de los antiguos emperadores divinos). Como legitimación, se ha referido una y otra vez a sus votantes, ese puñado de votos cautivos de la desinformación programada meticulosamente. En nuestra comunidad, la «opinión pública» se acerca sospechosamente a la «opinión oficial del poder», lo cual pone de manifiesto la indudable calidad técnica de los profesionanes encargados de urdir y gestionar la manipulación de los medios de comunicación autonómicos. Lástima que tambien evidencien su dudosa calidad humana. Más aún, es tan intensivo y concienzudo el trabajo de construcción y difusión de este relato amañado, que no sería de extrañar que dentro de poco tiempo todo acabe quedando en agua de borrajas, y vuelva a recuperar su «honorabilidad». ¿Te apuestas algo?

De todos modos, en nuestras manos está cambiar esa interpretación de la realidad, colaborando en la emergencia de otras versiones alternativas que, poco a poco, pongan al alcance de los ciudadanos suficientes elementos informativos como para abrir los ojos a la evidencia. Ciertamente ese cambio requiere dinero, pero no solo es cuestión pecuniaria, sino de compromiso y honradez, tal como la entendíamos unas linea más arriba. Tal vez el pecado más imperdonable de la ciudadanía sea callar, pues quien calla, ya se sabe, otorga y deja hacer.

Para hacerse oir, hay que llegar al ágora, colonizada desde hace mucho por los medios informativos, sobre todo televisivos. Es alarmante comprobar que varias horas diarias delante de una televisión pública como la que tenemos (y muchas privadas), son muy difíciles de contrarrestar. Las conversaciones cotidianas a pie de calle, repiten con preocupante machaconería los eslóganes e interpretaciones lanzados desde esa caja nada tonta, como indicativo de «estar bien informados». El libre pensamiento no tiene lugar en esa cultura prefabricada del «o estás conmigo, o estás contra mí».

Por otra parte, la red creo firmemente que tiene mucho futuro, pero su presente todavía es demasiado minoriatario y underground en nuestro país. El precio del acceso todavía es desproporcionado e inasumible para muchos ciudadanos que no pueden llegar a fin de mes. Además, se está dejando imponer una visión puramente comercial y de servicios innecesarios de la red, así como un uso picaresco rayano en lo absurdo (hay que descargar todo lo que se pueda piratear gratis, aunque no lo vayamos a usar en toda la vida). Así y todo, se perciben rayos de esperanza. Como botón de muestra, es interesante no perder de vista movimientos como el 15-M, pues es un experimento democrático que todavía no ha dicho su última palabra, y ha logrado hacerse oir con una voz muy clara y potente, no acallada por ahora, y temida por muchos. También surgen a diario iniciativas y movimientos germinales muy prometedores, que podemos apoyar y seguir con esperanza y responsabillidad. El futuro lo construiremos entre todos, o nos lo seguiran robando los de siempre.

Pero nada, nada se puede comparar con la calle. Ese es el lugar natural de convivencia y construcción social. La calle es nuestra, y solo nuestra. Y no solo sirve para atravesarla precipitadamente en pos de no se sabe muy bien qué, sino para observar, detenernos, saludar, conversar, opinar, emocionarnos y hacer realidad nuestros sueños de cambio con la fuerza insuperable de la mayoría que somos. La tendencia actual, importada del mundo anglosajón, a refugiarse cada uno en su casa, está desplazando peligrosamente la hermosa tradición mediterránea. Pero así y todo, la evidencia pugna por ser reconocida, pues no podemos olvidar que cada casa tiene un lugar en una calle; cada calle forma parte de una población, y esta de un pais, que se integra, a su vez, en un  planeta globalizado. No es momento de perder perspectiva, por muy agobiados que estemos por nuestros problemas locales inmediatos. De hecho, sin los paraisos fiscales transnacionales -por poner solo un ejemplo-, las tropelías que venimos de comentar serían bastante más dificiles de perpetrar.

Joan Lao

sábado, 19 de marzo de 2011

El proyecto de ley para garantizar el derecho a la información está en marcha

El título corresponde a una información colgada en el Cuarto Poder, firmada por Félix Monteira. A continuación, la copiamos íntegra.

El Foro de Organizaciones de Periodistas (FOP) presentó el martes en Madrid el proyecto de Ley Orgánica de Garantías del Derecho a la Información de la Ciudadanía. Anteriormente, el proyecto ha viajado a  Barcelona, Sevilla y Santiago de Compostela y continuará por el resto de España, dando a conocer una regulación normativa que pretende conseguir que la información que llega a los ciudadanos no esté adulterada, incompleta o sea falsa.
En la presentación, realizada por Eliseo Sánchez Caro, profesor de Empresa Informativa de la Facultad de Periodismo de la UCM y representantes de las distintas organizaciones que conforman el FOP,  se hizo mucho hincapié en la pretensión de que el proyecto sirva para avanzar en el camino de los derechos y libertades civiles de los ciudadanos.
Igualmente, se busca el desarrollo del artículo 20 de la Constitución Española para que sean efectivos la libertad de expresión e información, el secreto profesional o el acceso a las fuentes informativas, así como para evitar que las empresas publiquen aquello que les interesa a ellas como negocio o a sus anunciantes, o que los partidos políticos manipulen la información.
El proyecto contempla, además,  la creación de comités profesionales de redacción y de un Consejo Corregulador del Periodismo, que se regirá por los principios del Código Deontológico de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) y que contará con representantes de organizaciones profesionales y sindicales de periodistas, de empresas informativas, del Consejo de Decanos de Facultades de Periodistas y de miembros de organizaciones de usuarios y ONGs. Este consejo contará con una Comisión Deontológica, que podría imponer sanciones por la mala praxis de los periodistas o las empresas informativas.
Según los redactores del proyecto, los grupos parlamentarios conocen el proyecto y no han puesto reparos a su entrada en el Congreso. Esperan que cuente con el mayor consenso posible en la tramitación parlamentaria. También ha sido presentado al secretario de Estado de Comunicación, Félix Monteira. 

Una precisión se me ocurre hacer a esta propuesta: "conseguir que la información que llega a los ciudadanos no esté adulterada, incompleta o sea falsa". Me parece un propósito loable, pero difícil de asegurar, como no sea por medio de imposiciones incómodas. Al fin y al cabo libertad de expresión significa que cada cual pueda expresarse, con independencia del contenido verídico o falso de sus afirmaciones. Me parecería más sensato insistir en la conveniencia de asegurar que los ciudadanos tengan acceso garantizado a todas las fuentes de información ( o desinformación) existentes. Aunque para eso, no hace falta ninguna ley especial, el derecho la libre información lo garantiza la Constitución. 
F.B.

lunes, 14 de marzo de 2011

Consejos para periodistas advenedizos


   Uno de los asuntos que nos animó a impulsar esta plataforma, "perinquiets", fue el de aportar consejos, cómo por ejemplo los relacionados con la retribución salararial de nuestro trabajo. Muchos jóvenes periodistas, al igual que muchos jóvenes de otras tantas profesiones, se encuentran en su primera experiencia laboral sin suficiente información. ¿Cuánto me están pagando por mi trabajo?

He aquí algunos consejos, manchados de opinión y experiencias personales.

Premisa: conocer nuestro sueldo neto mensual no supone saber qué nos están pagando.

¿12 o 14 pagas? Esa decisión la toma la empresa, pero creo que debemos advertir que en estos últimos años, hemos salido perdiendo. ¿Se cobra lo mismo en 12 partes que en 14? En teoría, sí. ¿Ocurre eso en la realidad? En la mayoría de casos, no. Las pagas extras, una práctica paternalista para dar más dinero al trabajador cuando más consume (navidades y verano) ha dado paso a una paga que, más que prorrateada, es rateada y el trabajador pierde ese plus.

Salario base. Tan importante como conocer nuestro salario neto es saber cómo se desglosa en nuestra nómina. Un salario base más bajo unido al "falso inflado" de inexistentes gastos en dietas o locomoción no hará bajar la cantidad neta pero sí la que percibiríamos del "paro" en caso de quedarnos sin trabajo.

Retención de IRPF baja. Es importante saber que, si vas a hacer la declaración de la renta, te va a tocar "devolver" ese dinero que "te has quedado injustamente" si tu empresa sólo te ha retenido un 2 o 4 por ciento. Aunque te pareciera que ganabas más (al retenerte menos), cuando llega mayo, susto y a pagar.

Conclusión: es mejor conocer nuestro sueldo en bruto anual. Sólo así sabremos cuál es nuestra verdadera situación, y si nos podemos permitir una semana en el Caribe o si, por el contario, descubrimos que no se está tan mal tumbado en la Malvarrosa.

Y para acabar, una última reflexión, a modo de arenga a la masa de periodistas JASP (lamento utilizar esta expresión, pero me ahorra unas cuentas líneas):
Somos la generación mejor preparada. Sólo nos queda convertirnos en la generación preparada para ser la mejor.

domingo, 13 de marzo de 2011

Seriedad Vs espectacularidad

Súbita y dramáticamente (más bien melodramáticamente) el debate sobre la energía nuclear ocupa la conciencia de la opinión pública. Puesto que la mayoría de quienes componemos la opinión pública tenemos una vaga idea de física atómica, y una noción todavía más gaseosa sobre la seguridad en las centrales nucleares, entrar en esa polémica es un trabajo estéril.
Podemos hablar sobre al drama de los japoneses afectados por el maremoto y sus consecuencias; sobre el espectacular impacto de las imágenes en quienes estamos lejos; sobre la manera de enterarnos de la catástrofe y las formas y los contenidos que los medios han empleado para contárnosla. Pero especular sobre la energía atómica es una imprudencia.
Un compañero técnico de televisión, de turno el viernes por la mañana, me contaba cómo le sobrecogieron las imágenes transmitidas en directo por un helicóptero que sobrevolaba la costa barrida por las olas. Era el momento en el que la primera embestida llegaba a tierra, y mi compañero miraba fascinado el avance del agua sobre una carretera por la que circulaban vehículos. Probablemente los conductores de aquellos coches eran ignorantes de lo que se les venía encima. Pero lo tremendo era que ellos ignoraban lo que otros seres humanos del planeta sabían con precisión en aquel mismo momento, que les quedaban segundos de vida.
Si terrible es conocer cuándo va uno a morirse, espantoso es también asistir a la muerte en directo de personas, y no precisamente por una ejecución.
 Por fortuna, Japón es un estado, y también una nación, que ha dedicado tiempo, energía y dinero en precaverse contra los terremotos. Eso ha salvado en este momento catastrófico la vida de miles de seres ciudadanos. También los daños materiales, por monstruosos que hayan sido, podrán ser reparados por la constancia, la disciplina y la eficiencia de una población preparada en muchos sentidos.
Sin embargo, la seguridad de las centrales nucleares se ha convertido en estos momentos en la cuestión caliente, no porque pueda afectar al vida y la salud de los japoneses, sino porque en Europa y en las Américas es un tema de polémica radical.
Los diarios y las páginas web de los mass media están repletas de gráficos y mapas, comentarios de expertos (reales o supuestos), artículos de opinión (el que opina no sabe) y de algunos panfletos más o menos ideológicos. Uno podría dedicar el domingo a leerlos uno detrás de otro con la esperanza de terminar más sabio de cómo empezó. Pero la suposición es más aleatoria que falsa o verdadera.
De pronto, uno se encuentra con un titular a toda página como éste:
Caos ante la amenaza nuclear.
Lo ha publicado el diario de Valencia Las Provincias.
¿Quiere decir que en Japón hay caos? Bastante controlado, es decir, un caos muy poco caótico. ¿Quiere decir que el accidente en la central nuclear de Fukushima producirá un caos, es decir, algo parecido a Chernobil? Si es así, ¿en qué se basa el responsable de ese titular?
A uno, como periodista, se le disparan todas las alarmas. Uno de los mayores peligros para nuestra profesión es que la deriva espectacular de la televisión, que se ha infiltrado en la radio, acabe reinando también en los medios impresos o digitales. Si esto termina por ocurrir, el periodismo está acabado y los periodistas con él. No hacemos falta. Los que dominan el mundo del espectáculo son los showmen y las showomen.
Pero más allá, o más acá, del asunto mediático, está el debate sobre la seguridad de las centrales nucleares.
Insisto, polemizar sobre el asunto es algo estéril para la inmensa mayoría de los polemistas profesionales o aficionados. Cada uno tiene una convicción (nada científica, basada en ideas o como mucho en conceptos que probablemente no entiende bien) sobre la conveniencia o inconveniencia de la producción de energía por medio de centrales nucleares.  Pero ahí se acaba todo. El asunto, si hemos de discutirlo los ciudadanos, necesitará de una sólida documentación que ahora falta, o dejarlo en manos de los expertos de uno y otro bando.
De momento, la reflexión que yo me hago sobre la polémica de la seguridad es la siguiente:
¿Son más seguros los embalses hidroeléctricos? Si es así, comparar los miles de muertos que han provocado las rupturas de las presas en todo lo ancho del planeta, ¿no nos da un resultado evidente: que las víctimas de los debacles hidroelécticos superan exponencialmente a las provocadas por las centrales nucleares defectuosas?
Si los muertos por accidentes de tráfico desbordan cualquier comparación con los que son resultado de las catástrofes nucleares censadas y otras que nunca lo han sido, ¿deberíamos prohibir el automóvil, al menos el privado?
Lo mismo, en relación con el transporte aéreo, el del ferrocarril, o el pasear por la ciudad, arriesgándose a que a uno le caiga una cornisa, un árbol, una tapia o le atropelle un borracho.
Seamos serios. Sobre todo, los periodistas.
Fernando Bellón

sábado, 26 de febrero de 2011

Periodistas, jueces y carniceros


El 13 de enero de 2008 una niña de 5 años desapareció en Huelva. Muy pronto supimos su nombre, Mari Luz, el de su abuela paterna, el nombre con el que se conocería su caso desde ese instante. Vimos su rostro inocente y la desesperación de unos padres. Como siempre ocurre en estos casos, la ciudadanía se vuelca en las búsquedas y los medios alimentan sus programas con directos desde el lugar de los hechos, reconstrucciones y declaraciones de testigos y vecinos. A los 54 días de su desaparición, el cuerpo sin vida de Mari Luz apareció flotando en un muelle de la ría de Huelva. El dolor desgarró a una familia y un nuevo padre coraje se puso ante las cámaras. Alabado por su don de palabra y su saber estar, Juan José Cortés comenzó su peregrinación por los platós denunciando la cadena de errores judiciales que habían permitido que Santiago del Valle, pederasta condenado por varios delitos, estuviera libre el día que la pequeña Mari Luz se cruzó en su camino. Algunos meses después la familia comenzó una masiva recogida de firmas pidiendo cadena perpetua revisable, una aventura que les llevó hasta un sofá de la Moncloa para escuchar algunas palabras que tal y como llegaron se fueron.

Los medios nunca han olvidado el caso, pero ha sido con el inicio del juicio cuando la guerra por la audiencia con ganas de carnaza se ha recrudecido. Isabel García, mujer del pederasta y asesino,  una mujer mentirosa, con ansia de protagonismo y muy manipulable se convirtió en el premio gordo. Aunque Isabel hizo declaraciones para varios medios, fue Telecinco quien jugó más papeletas, y por lo tanto, se llevó el premio. Durante una semana redactores de Cuarzo fueron la sombra de la mujer, se ganaron su confianza y la prepararon para el directo del viernes día 25. Esa mañana, ante toda España, el equipo de AR, con la propia Ana Rosa y Nacho Abad dirigiendo el pelotón, atacaron sin piedad recordando a Isabel que su marido era un pederasta, que iba a quedarse sola, y que seguramente iría a la cárcel por encubrir un asesinato. Los nervios del directo, la presión que le llegaba por el pinganillo y el tenaz equipo que la rodeaba no le dejaban escapatoria. Era el momento Isabel…tenías que decirlo…no estaba en la escaleta…pero casi casi. Un éxito para el programa y la “satisfacción” personal de haber hecho justicia. En cambio los periodistas no podemos celebrar nada…el periodismo se viste de luto ante carnicerías informativas como ésta.

Paula Lerma

jueves, 24 de febrero de 2011

La corrupción del periodismo clásico


     
            Durante un tiempo feliz ejercí como reportero internacional en la redacción de una joven Canal 9.
            De vez en cuando me enviaban a escenarios internacionales en los que la actualidad se había materializado. Utilizo a sabiendas el término filosófico, más bien teológico, porque la Actualidad es una entidad metafísica, un invento nebuloso del periodismo moderno.
            La mayor parte de mi trabajo lo realizaba en la redacción de Burjassot, en la sección de Internacional.
            Era una época de transición entre el Periodismo Clásico de Gran Medio (PCGM) y el de nuevo cuño, que es el que domina ahora.
            El PCGM se dedicaba a la información por secciones establecidas casi canónicamente (en periodismo no hay canon y es mejor que no lo haya): Internacional, Nacional, Local, Cultura, Sucesos y Deportes.
            Cuando digo gran medio me refiero a redacciones de ámbito nacional, que entonces (primeros años 90) eran La Vanguardia (la más veterana, la más clásica, la mejor, permítaseme el calificativo), El País, El Mundo, ABC, la SER, RNE, TVE, Antena 3 y Tele 5.
             La actualidad del extranjero era cubierta por corresponsales experimentados y avezados que normalmente residían fuera de España. En mis viajes tropecé con algunos de ellos, y doy fe de que conocían las circunstancias y las claves del área geográfica que les había tocado cubrir.  Los de La Vanguardia, ABC, RNE y TVE dominaban el Olimpo de los corresponsales, al que aspiraban ciertos periodistas de El País y de El Mundo. Los enviados de TVE destacaban por ser presuntuosos, y los de La Vanguardia, personas generosas y muy bien formadas e informadas. (Hablo de mi experiencia particular, y en términos generales.)
También en términos generales puede decirse que la información elaborada por esos corresponsales era veraz, rigurosa y comprensiva.
              Hoy las cosas han cambiado. En algunos casos, el corresponsal es un joven o una joven apuesta, en otros un aventurero o aventurera. (Hay excepciones.) Eso y su escaso dominio de la materia es lo que les distingue de aquellos del periodismo clásico.
              Estas características han incidido en la calidad de la información que se ofrece.
              Para explicarme, contaré mi experiencia personal.
             Como digo, yo (y algunos otros compañeros y compañeras de C 9) era enviado de vez en cuando a escenarios donde se representaba la actualidad. Mi bagaje documental era corto, porque en la redacción de C 9, como en la mayoría de los grandes medios no existía la especialización en zonas internacionales. (No digo que C 9 sea o haya sido un gran medio, sino que se autocolocaba en ese alto firmamento, como todas las televisiones autonómicas, de las cuales sólo TV3, otra vez los catalanes, cumplía los requisitos de gran medio en cuanto a la calidad de su trabajo.) Pero llenaba la maleta de fotocopias de los excelentes libros que había reunido el servicio de Documentación de la cadena.
              A pesar de todo, al llegar al escenario en cuestión, me encontraba más perdido que Carracuca. Por ejemplo, en Grecia. Yo me podía comunicar en inglés, leía textos en inglés y en francés y podía enterarme de las noticias emitidas por la BBC o por Radio France International. Pero los medios locales eran para mí jeroglíficos. (Hasta que descubrí un Athens Time.)
             De este modo, a veces me tenía que enterar de las noticias por teléfono, cuando un compañero de la redacción me leía un teletipo de última hora, o lo enviaba por fax. No he sido el único, pero no puedo hablar por los demás.
             Era protagonista, testigo y víctima de la nueva concepción del periodismo: lo importante es que nuestra audiencia sepa que estamos allí; lo otro, ya te apañarás, que para eso eres periodista. Un periodista no se hace de la nada. Y si intenta ser su propio demiurgo, es muy posible que produzca un Polifemo ciego.
             Lo que quiero decir es que un periodista, sea guapo o feo, joven o veterano, heroico o moderado, si carece de conocimientos precisos sobre el asunto del que ha de informar, no puede informar o lo hace con grandes carencias.
             Aunque esto hoy afecta a todas las áreas de información, gracias a esa entelequia del periodista todo terrero, en aquella época, se notaba una barbaridad en los enviados al extranjero, que, sin embargo, poníamos una enorme voluntad en hacerlo lo mejor posible.
           Esa pasión por estamos allí ha llegado a un paroxismo que ya ha hecho crisis. Afecta básicamente a los medios audiovisuales, pero también a los impresos. Las crónicas enviadas por los “enviados” a Egipto estaban llenas de emoción, pero contenían poca información. Me refiero a los medios españoles.
La crisis de la que hablo puede acabar con esa nueva forma del corresponsal apuesto y valiente pero sin idea del terreno en el que se mete. Por dos razones: cuestan muy caros y el artificio del estamos allí no convence.
Pero hay otra razón todavía más importante: los que de verdad viven allí, se han mostrado estupendos corresponsales.
            Las radios aprovechan los huecos que les permite la tecnología y la incompetencia censora de las tiranías que materializan la Actualidad, para colar conversaciones con españoles de toda condición y edad en los informativos, que han dado interesante e incluso importante información y han valorado los hechos con gran sentido.
            La televisión y los diarios impresos también lo han hecho, por ejemplo en el caso de Libia. Este recurso es tan barato (sale gratis, salvo el coste de la llamada) que puede acabar imponiéndose.
            O, acaso, sea el momento de regresar al PCGM.
            Esto es lo que dice el sentido común. Pero el sentido que domina en los medios no es el común. Así que me temo que no se producirá un regreso a la razón.
            Esta reflexión está hecha sobre observaciones reales en los medios, y está centrada en el área de la información internacional. Pero es válida en parecidos términos al resto de las áreas informativas.
Invito a los compañeros a plasmar sus propias reflexiones sobre la materia, sean veteranos o jóvenes, becarios o en paro, apuestos o más feos que el monstruo de Alien, temerarios o cobardones.
Perinquiets carece de prejuicios (o al menos, lo intenta).
Fernando Bellón